¿A qué hora te va bien quedar? Porque a mí me va bien hacia las tres o tres y media pasadas, pues, como bien sabes, tendré que ser yo quien finalmente se ocupe de recoger los esputos que con denuedo suele dispersar inside y arround del fregadero la gorrina de tu sister-in-law. Antes de que nos veamos, aprovecho para comentarte que ayer, sin que te percataras de ello, te vi pasar haciendo jogging por la calle Roger de Gork. Ibas como muy chulito con tu camisetita de color blanco Rolark, tus gafas Bërik y tu pantalón Lön. Ya sabes que a mí lo que te pongas me la trae al pairo, pero tengo que reconocer que, francamente, ayer, cuando te ví, eran las dos menos cuarto. ¡Ay, Julián! ¿Pues no te digo que lo mismo se me viene que se me va el dolor este de rótula? Por eso te pido que no te enfades avec moi si, cuando nos veamos esta tarde, me da por llamarte ‘cofrade’; y es que, a veces, en la oscuridad, cuando nadie mira, sin querer evitarlo, asiéndome los premolares con ambas manos, con un suave contoneo, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, mutatis mutandis, me apetece. En el fondo en el fondo, lo que nos pasa realmente realmente, es que somos bastante bastante tulses.
Gracias, de verdad. A ti, y a tu puta madre.
Hasta luego.
Sam